El cáliz y la espada

Masculinidad frágil

Este Lunes la editorial Capitán Swing, ha publicado la nueva edición del libro El cáliz y la espada. De las diosas a los dioses: culturas pre-patriarcales de la socióloga y escritora Austriaca, Riane Eisler.

En este libro, la autora, habla sobre la urgencia de cambiar el mundo violento y machista en el que vivimos por uno incluyente, justo y pacifico. Hoy, 34 años después de su primera edición en 1987 y en medio de una pandemia que ha desnudado las desigualdades económicas y las violencias contras las mujeres y niños, la lectura de este clásico de la teoría de la evolución humana  es más necesaria que nunca.

Considerado por varios antropólogos como uno de los más importantes libros desde El origen de las especies, de Charles Darwin, es un viaje por el arte, la religión y la forma de vida de las sociedades prehistóricas que revela las características de un largo periodo de paz y prosperidad en el que la humanidad avanzó sin necesidad de la dominación patriarcal.

El periódico El País, en la sección Materia, publica una entrevista a la escritora, a continuación destaco las partes mas jugosas.

A la pregunta si un mundo mejor es posible, Riane Eisler, responde: «esa posibilidad está arraigada en lo más profundo del pasado cultural de nuestra especie. Lo que el libro demuestra es que durante miles de años de prehistoria las sociedades no estuvieron dominadas por los hombres ni eran violentas ni jerárquicas. Al contrario, hubo un largo periodo pre patriarcal, de adoración a la diosa, en el que la humanidad vivió en paz, equidad y prosperidad. La evidencia científica que conocemos ahora revela, además, que los centros de placer de nuestro cerebro se activan más cuando colaboramos y cuidamos que cuando competimos o dominamos.

El primer paso es cambiar la historia de lo que es posible para nosotros. Tenemos que dejar de lado los relatos que nos dicen que la violencia, la injusticia, la crueldad y la dominación masculina han estado siempre en nuestras sociedades. Tenemos que dejar de pensar que esas formas de relacionarnos son un mandato divino o parte de nuestra naturaleza humana. Esa historia es falsa. En el proceso de escritura de El cáliz y la espada encontré evidencias arqueológicas, artísticas y religiosas que muestran cómo otra forma de vida armónica y pacífica fue posible durante varios milenios.

En los restos arqueológicos de las sociedades del Paleolítico y el Neolítico, por ejemplo, no se encuentran tumbas de caudillos ni fortificaciones militares ni armas. En las obras de arte de hace 30.000 años y hasta hace 10.000, no hay imágenes de violencia. Cuando se representaba a la diosa y a su hijo no se incluían emblemas asociados después con el poder, como lanzas, espadas o rayos, sino símbolos de la naturaleza, la belleza y el misterio de la vida. Al contrario de lo que en el pasado creyeron arqueólogos hombres, los dibujos de varas, líneas y rayas del paleolítico no significaban armas, dardos o arpones, sino árboles, ramas, juncos y hojas.

Hace más o menos 5.000 años se hicieron más frecuentes los enfrentamientos entre algunos grupos nómadas violentos que tenían armas de metal y comunidades agrícolas pacíficas. Ahí comenzó el giro de 180 grados que cambió el rumbo de la humanidad. La guerra fue un instrumento esencial a la hora de cambiar la sociedad de la colaboración por la de la dominación.

¿Y en la actualidad? 

«Lentamente nos estamos moviendo hacia esa cosmovisión del mundo, el problema es que no hemos tenido las palabras adecuadas para nombrarla. Hemos estado atrapados en la división entre izquierda-derecha, ateísmo-religión, este-oeste, capitalismo-socialismo. Si antes hablábamos de que el primer paso para el cambio era entender a través del pasado que otro mundo es posible, el segundo es abandonar estas diferencias fragmentarias y reconocer que ha habido regímenes opresores y violentos en todas ellas. El verdadero objetivo está en pasar de la sociedad de dominación a la sociedad de la cooperación. En esta división entran todas las demás. La pandemia demostró que necesitamos empresas y al tiempo políticas gubernamentales de protección. La lucha entonces es entre quienes intentamos pasar al sistema de asociación frente a aquellos que realmente creen, como el expresidente [Donald] Trump, que o dominas o estás dominado. Y si estás dominado, eres débil, eres femenina, eres despreciada»

Añado que nunca como ahora se hace tan evidente y necesario el rol de esos 800 millones de Hombres Altamente Sensibles (la mitad del 20% de la población) para equilibrar una cultura que para prosperar en el pasado siempre ha tenido que utilizar dos clases sociales para gobernarse: los reyes guerreros compensados con sus consejeros reales y sacerdotalesE intentar, creo que con éxito creciente en tiempos modernos, reconducir la magnífica energía expansiva de su sociedad lejos de la agresión y la dominación; mejor usar esa energía en invenciones creativas, en exploraciones y en la protección del planeta y de los desfavorecidos.

Las Personas Altamente Sensibles suelen ajustarse bien al papel de consejeros. Somos escritores, historiadores, filósofos, jueces, artistas, investigadores, teólogos, terapeutas, maestros, padres y ciudadanos concienciados. Lo que aportamos a cada uno de estos papeles es cierta tendencia a pensar en todas las dimensiones posibles de una idea. Con frecuencia, tenemos que hacernos impopulares, al frenar a la mayoría en una loca carrera hacia delante. De modo que, para hacer bien nuestro papel, tenemos que sentimos muy bien con nosotros mismos. Tenemos que ignorar todos los mensajes de los guerreros, que dicen que no somos tan buenos como ellos. Los guerreros tienen su estilo, basado en la audacia, que también tiene su valor. Pero nosotros también tenemos nuestro estilo, y una importante contribución que hacer. Nosotros, los Hombres Altamente Sensibles, también podemos ser guerreros, un ejercito de guerreros sensibles.

 

Francesco Leone

(Fuente: articulo de Juan Miguel Hernández Bonilla. Notas desde el libro de Elaine Aron, El don de la sensibilidad)

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